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13
de febrero del 2002 |
Honduras al frente de la lista de corrupción policial en Centroamérica
El caso
Honduras Guatemala
El
Salvador Nicaragua
Costa
Rica
Investigación: Serapio Umanzor y Carlos Girón
Fotografías: José Cantarero
Honduras podría entrar a los récord de Guinnes si es que se crea
un premio al país donde se despiden al mayor número de policías por
corrupción. Durante los años 2000 y 2001 el promedio de despedidos o
cesanteados por corrupción fue de cuatro diarios hasta llegar a una cifra
de dos mil quinientos en dos años. Lo abultado de la cifra podría suponer
que es ejemplar la medida de la depuración, pero en realidad a la opinión
pública nunca se le dieron detalles de las razones de los despidos, y lo
que es peor, la inmensa mayoría de estos policías no se les enjuició, pese
a que se les cesanteó por corrupción.
No es que Honduras sea la excepción, pues todos los países de
Centroamérica tienen ese problema sin poderlo erradicar, pero las cifras
hondureñas superan con creces al resto de países juntos.
Costa Rica y El Salvador tienen los mejores indicadores en cuanto al
control de la labor policial, mientras Nicaragua y Guatemala presentan
menores controles internos y más basan su trabajo en denuncias de los
afectados, que siempre son menores a los casos que realmente se presentan.
El cáncer de la corrupción se observa a todos los niveles policiales
desde agentes, pasando por oficiales hasta los mandos superiores, en
delitos que van desde cohecho, sobornos, hasta ejecuciones
extrajudiciales.
Arriba
El caso Honduras
Los abusos policiales en Honduras no son una novedad, pero lo que
sorprende es la cantidad de agentes y oficiales que fueron separados por
considerar que cometieron actos de corrupción.
Y más sorprende el hecho que oficiales que durante su carrera habían
mantenido un perfil de rectos y honestos y de un solo plumazo los metieron
a la lista de los cesanteados, en una alusión clara que habían cometido
actos deshonestos.
De acuerdo con informes en poder de LA PRENSA el anterior ministro de
Seguridad, Gautama Fonseca, montó dentro de la policía una unidad de
inteligencia para investigar a los agentes y oficiales. Es unidad estaba
formada estrictamente por militares retirados, a quienes se les contrató
para la labor.
Fue basándose en las recomendaciones de ese grupo de inteligencia que
comenzaron las famosas depuraciones, que en dos años alcanzó la cifra
récord de dos mil 500 policías separados, el treinta por ciento del
personal.
Y es que Fonseca siempre acudió a extraños asesores, pues para combatir
el crimen organizado contrató a delincuentes, que le complicaron su
gestión porque en reiteradas ocasiones cometieron excesos y no hay
evidencias que hayan ayudado a desbaratar bandas de criminales.
Debido a que los sobres de cancelación no expresaban los causales, un
grupo de oficiales, incluidos comisionados, han pedido su retorno al
sistema policial y albergan la esperanza que en esta nueva administración
se les dé esa posibilidad.
Fuentes policiales, que estuvieron ligadas a Fonseca, revelaron que la
mayoría de despidos se dio porque se comprobó que estos agentes y
oficiales no eran más que infiltrados del crimen organizado, porque ellos
se encargaban de mantener informados a las bandas del trabajo policial.
Los mayores nexos de los policías hondureños con el crimen organizado
tienen que ver con las bandas de roba carros, las que ejecutan secuestros y
la de narcotraficantes, de acuerdo con informes de asuntos internos de la
policía. De hecho esos son los tres delitos en los que los resultados
policiales han sido menos efectivos.
La preocupación de analistas es que esos dos mil 500 policías
desempleados se puedan convertir en una amenaza para la sociedad, pues son
personas armadas y sin empleo y de paso con una no muy buena carta de
presentación para tratar de abrirse espacio en sus comunidades.
El portavoz de la Policía Nacional, Leopoldo Flores Milla, indicó que
en el 2000 fueron separados 970 agentes como resultado de investigaciones
internas de la Secretaría y con la entrada en vigor de un decreto que
permite al titular separar personal a discreción, fueron cesanteados más
de mil 500 elementos.
"Los policías han sido acusados por cohecho y otra buena parte por su
vinculación a muertes extrajudiciales'', admitió.
Hoy hay nuevas autoridades y más respaldo a la Policía Nacional, pero
sigue siendo una duda si se van a reintegrar esos agentes y oficiales o si
las nuevas plazas que ya se anuncian serán sólo con personal recién
egresado.
Arriba
Guatemala
Pedir una policía pura en Guatemala no es nada fácil. No lo es porque
los antecedentes son asombrosos. Por ejemplo, el actual presidente Alfonso
Portillo se vio involucrado en un escándalo al comprobarse que en un
tiempo asesoró en materia económica a la mayor banda de contrabandistas,
liderada por Alfredo Moreno.
Y esa misma investigación comprobó que para esa banda trabajaban
fiscales, jueces, abogados y policías. Al final se hizo un despido masivo
de comisarios, pero ahora resulta que este hombre ha sido liberado.
En medio de la investigación se encontraron documentos y pagos a estos
funcionarios, además de varias fotografías comprometedoras como una donde
aparece el capo abrazado del presidente Portillo.
Los problemas de inestabilidad en el mando son marcados, al grado que
en un solo año se cambiaron cinco directores de la Policía Nacional Civil,
lo que genera un ambiente confuso dentro de todo el personal.
Carmen Rosa de León Escribano, estudiosa del delito en Guatemala,
estima que el problema principal es la falta de confianza de la población
en la Policía Nacional Civil y eso ha promovido la proliferación de
agencias privadas de seguridad.
Indica que la corrupción no es propia de la capital porque en un pueblo
de Oriente, Santa Rosa, la gente se ha puesto un estado de sitio a partir
de las ocho de la noche por el temor que le tienen a una banda que lidera
el mismo alcalde.
Se trata de un hombre de apellido Redondo que en un tiempo fue jefe de
la policía y ha estado vinculado a los cuerpos de inteligencia y hoy ha
formado una banda dentro del mismo pueblo que dirige como alcalde.
Esta misma desconfianza en la policía ha hecho que en el sector de
Occidente se haya vuelto parte del diario vivir los linchamientos, en
donde grupos de pobladores prefieren linchar a los delincuentes antes que
esperar un castigo de las autoridades.
Y aunque los niveles de corrupción son altos, lo cierto es que los
mismos han disminuido a partir de aumento en los salarios de los policías
y en las exigencias de mayores estudios para ingresar al cuerpo policial.
Un informe de Naciones Unidas sobre derechos humanos en Guatemala
revela una enorme cantidad de casos en los cuales se encuentran abusos
policiales como torturas, capturas ilegales y otras arbitrariedades como
abusos contra la libertad de asociación, la libertad de expresión, entre
otros.
Arriba
El Salvador
"La corrupción no la hemos erradicado". Frase textual del jefe de la
Fuerza Pública, Pedro González, quien admite que en El Salvador se ha
hecho un trabajo de depuración, pero el mismo no se ha concluido.
Señala que tienen tribunales disciplinarios donde se envían a los
agentes y oficiales que cometen ilegalidades o abusos en contra de la
ciudadanía.
Y la verdad es que los abusos, incluso entre los mismos policías, son
una realidad que a diario se conoce dentro de una oficina de derechos
humanos, que dirige la comisionada Olga Alfaro Bulle. Esa dependencia
protege por un lado a los ciudadanos de abusos policiales y a los policías
de abusos dentro de su misma institución.
Alfaro Bulle sostiene que a esa dependencia llegan casos de policías
que denuncian excesos cometidos por sus superiores, lo que para ellos es
un triunfo porque en el pasado nadie se atrevía a hacerlo por el mismo
temor a las represalias.
Justo mientras se realizaba la entrevista con Alfaro Bulle en las
oficinas de la Policía Nacional Civil se realizaba una audiencia contra un
comisionado de apellido Vijil a quien una secretaria lo acusó de acoso
sexual.
Y a nivel externo, comentó, se siguen recibiendo denuncias de personas
civiles que señalan a policías de haberles hecho esquelas sin razón, de
haberlos maltratado verbal y físicamente y de hacer cobros ilegales.
Cuando se dan estas denuncias de cohecho el caso lo remiten a otra
instancia para que se pueda investigar.
Manifestó que han llegado al convencimiento que se vuelve necesario
aceptar que el daño que la institución le hace a las personas hay que
resarcirlo de alguna forma.
Mencionó que hay casos pequeños que no se pueden descuidar como al
hombre que iba en un caballo, otra persona denunció que había cometido un
delito en su contra. Lo bajaron del caballo, lo golpearon para después
darse cuenta que era un problema por deudas entre ellos.
La tarea de la institución que rectora, dice, es dura pero no difícil
porque a su alrededor sólo hay profesionales que no tratan de perjudicar a
nadie ni proteger a nadie.
Muchos de los casos de abusos también son conocidos por la inspectoría
general, que a inicios del año pasado comenzó un proceso de depuración que
incluyó a seiscientas personas, entre jefes y agentes.
A diferencia del caso de Honduras, esta depuración alcanzó casi sólo a
agentes policiales y a empleados administrativos. Los altos mandos no
entraron como se esperaba en la depuración.
Aunque no se dieron detalles precisos, las personas que salieron de la
institución fue porque cometieron o participaron en secuestros,
narcotráfico, contrabando, tortura, extorsión y homicidios.
Desde el inicio del gobierno del presidente Francisco Flores se han
ejecutado unas ochocientas bajas, pero el nivel de remisión a los
tribunales es muy bajo, lo que deja todavía insatisfecha a una sociedad
que no acepta que el despido sea el único castigo a la corrupción.
En El Salvador también tiene una sección de asuntos disciplinarios que
ha pasado bastante ocupada porque en el último año debieron conocer mil
349 casos de violaciones al régimen disciplinario y se han 714
requerimientos para presentarlos a un tribunal especial.
El recuento apunta que esa oficina tuvo que hacer dos mil 031 acciones,
la mayoría detenciones por orden administrativa y remisiones de
diligencias concluidas a la Fiscalía General de la República.
Arriba
Nicaragua
El caso de Nicaragua es similar al de todos los países
centroamericanos, con la diferencia que aquí es donde se observa menos
acciones para combatir los excesos de sus agentes y oficiales.
Hablar con la población en las calles es encontrarse con un pensamiento
casi generalizado en el sentido que con dinero la policía puede actuar o
dejar de actuar. La falta de credibilidad en la institución es marcada.
El último reporte de la Policía Nacional establece que se han entregado
96 bajas deshonrosas y once internamientos en unidades disciplinarias
hasta por 45 días, mientras otras seis personas se les ha castigado con
recargo de trabajo.
Los castigos que se vienen aplicando pueden considerarse leves, tomando
en cuenta que la mayoría tienen que ver con la suspensión de los permisos
de salidas, traslados a un cargo inferior, internamiento en una celda y
apenas siete policías fueron remitidos a los tribunales.
De acuerdo con los registros policiales, su personal cometió sobre todo
infracciones muy graves, especialmente soborno y cohecho, lo que confirma
que el cobro de dinero ilegal y sacarlo bajo amenazas son los principales
problemas de corrupción en ese cuerpo.
Uno de los principales problemas que enfrenta Nicaragua es que no hay
un proceso riguroso de selección de personal, de manera que a la
institución se sigue metiendo personas que buscan agrandar su sueldo por
medio de actos ilícitos.
Una de las principales denuncias contra la policía en Nicaragua es que
a cambio de dinero hay personal que permite que grupos de criminales
puedan operar en áreas específicas en la venta de drogas y robo de
vehículos.
Arriba
Costa Rica
Costa Rica tampoco ha podido sacudirse la corrupción, pero sus cifras
no son tan alarmantes como las de Honduras, Nicaragua y Guatemala. En este
momento los casos de corrupción policial están siendo tratados en dos
oficinas, una que se encarga de la parte administrativa y otra de la
penal.
Francisco Ruiz, de la policía judicial, estima que el alto grado de
educación de los policías y el estar bien pagados les ha servido para que
no sea elevado los casos de abusos. Expresó que muchas veces se cometen
abusos no por mala fe sino por desconocimiento o falta de educación.
Walter Navarro, director general de la Fuerza Pública, señala que para
la policía de Costa Rica la misión ha sido doble porque no tienen
ejército, de manera que igual cuidan la seguridad en una calle como en una
frontera.
Esta alta responsabilidad, estima, ha ayudado a formar conciencia en
los policías, aunque admite que siempre se dan casos de excesos, que han
tratado de frenar al tratar de mejorar la calidad del personal.
Sostiene que ese buen sistema de reclutamiento les ha permitido tener
bajos niveles de corrupción y eso ya es reconocido en foros
internacionales.
Ese optimismo policial, desafortunadamente, no es compartido por la
población. Carlos Contreras es un vendedor de souvenir y estima que la
policía es corrupta porque sabe dónde pasan los ladrones y no hacen nada.
Además, culpa a la policía de muy débil contra los criminales porque
todo lo hacen pasando por un colador burocrático que hace que no sean
diligentes para responder ante un delito. La prueba de que los abusos son
reales se ha dado a través de los comités de seguridad ciudadana, en donde
las personas denuncian las ilegalidades de personal policial, sobre todo
de no actuar a pesar de saber dónde se vende droga, quiénes son los
ladrones de la zona, entre otras cosas.
El cáncer de la corrupción ha extendido sus fronteras y la mayor o
menos incidencia de momento parece marcada por el nivel educativo de los
policías, los ingresos que le genera su trabajo y la cultura de cada
país.
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