5 de febrero del 2002

 

Delincuentes mantienen atemorizados a 33 millones de centroamericanos



Las causas de la violencia
Realidad de cada país
Investigación: Serapio Umanzor y Carlos Girón
Fotografías: José Cantarero

 

María Adela Fonseca nunca descuida su cuaderno de apuntes porque entre sus páginas guarda una escuadra 25 que es para ella la única garantía para resguardar su negocio de ropa en el centro de San José, mientras Luis Gómez antes de salir a vender sus nieves al parque Bolívar de San Salvador reza junto a su familia con la esperanza de regresar con vida. Sus historias se parecen a las de Carlos Argueta que camino a su trabajo en los buses que recorren la Zona Uno de Guatemala ya ha sufrido cuatro robos, algo parecido al hondureño Sergio Mendoza que se le han vuelto incontables las veces que en San Pedro Sula le han asaltado el camión en el que reparte churros y que decir de Luis Collado que ya se acostumbró a encerrarse en su casa en la zona de La Mecatera en Managua a las seis de la tarde porque en adelante su vida en la calle no la garantiza nadie.

El recorrido del equipo de investigación de Diario La Prensa permite concluir que el temor es generalizado en cada uno de los cinco países centroamericanos, donde el esfuerzo policial ha sido insuficiente para frenar una delincuencia que parece tener una máquina clonadora para producir nuevos elementos.

Al dialogar con los jefes policiales hay una tendencia marcada a sobreestimar su trabajo, pero cuando se habla con el comerciante, con los vendedores de la calle, con estudiantes y obreros, la concepción es que todos los centroamericanos sienten que cada vez las calles son más inseguras y que ni en sus casas hay garantía de seguridad.

Las causas de la violencia


Cuando se toca el tema de inseguridad de inmediato aparecen los técnicos mencionando como factores criminógenos la pobreza, desempleo y desintegración familiar y es razonable, pero al ahondar en materia menos sociológica el resultado es que hay otros causales que deberían ser considerados por los gobiernos y las mismas sociedades.

Carmen Aída Ibarra, de la fundación "Mirna Mack" de Guatemala, visualiza dos problemas en su país, uno de ellos es la ausencia casi total de lugares públicos de recreación y el otro es el problema de la infraestructura.

En lo de la infraestructura toca un tema interesante y es la falta de alumbrado y esto es realmente cierto porque Guatemala es la capital menos iluminada de Centroamérica, un recorrido nocturno por todas las zonas no deja ninguna duda.

Las guerras internas en cada uno de los países, especialmente Guatemala, El Salvador y Nicaragua, son otras de las causales debido a que el centroamericano se acostumbró a vivir en la violencia y al manejo de armas legales e ilegales.

Ana María Klein, representante de la organización Madres Angustiadas de Guatemala, estima que la delincuencia avanza porque la gente no tiene confianza en el sistema judicial ni penitenciario. "La gente seguro denunciaría cada vez que es víctima de un delito y llegaría a un tribunal a rendir su declaración siempre que supiera que la persona va a cumplir su pena, pero cuando se entera de jueces que a cambio de dinero liberan personas y las cárceles también se abren por dinero, entonces la gente deja de creer en el sistema''.

Desde su punto de vista Centroamérica es una zona muy pequeña y eso debería facilitar la integración policial, pero desafortunadamente nunca se cruzan información y ni siquiera hay un registro fotográfico de los delincuentes.

Francisco Rodolfo Garay, director de centros penales de El Salvador, es un firme convencido que en Centroamérica hay una mera preocupación por endurar las penas, sin detenerse a reflexionar sobre las causas de la violencia. Estima que en la media en que la aplicación de las penas se mire desde el punto de vista inquisitivo sin reflexionar sobre la necesidad de reinsertar al delincuente una vez que haya cumplido su pena, en esa media la delincuencia no se detendrá.

Señala que las policías nunca se han detenido a hacer un conteo o estadística de las razones por las que la gente purga una pena. Cita como ejemplo que si un alto porcentaje de personas está presa por delinquir en una zona, pues entonces lo ideal es aumentar la presencia policial en la zona en lugar de sólo exigir que se aumenten las penas.

Garay piensa que los gobernantes y políticos se dejan arrastrar por las exigencias de la sociedad, sin detenerse a reflexionar que en la prevención está la mejor receta para enfrentar el problema.

Francisco Ruiz, portavoz del Organismo de Investigación Judicial de Costa Rica, es del criterio que a las policías de la región les afecta no adelantarse o no prever cuando viene un delito nuevo o cuando uno de ellos va a resurgir.

Recuerda que cuando en Colombia y México el secuestro era una pesadilla sin haber llegado a Centroamérica ellos enviaron personal a especializarse a esos países y ahora que en Estados Unidos se habla de delitos informáticos ya tienen una unidad especializándose para estar preparados ante la amenaza.

En lo que hay un consenso entre todas las policías es que ninguna tiene el personal suficiente para mantener agentes en todos los lugares donde prefiere asentar sus bases la delincuencia.


Arriba

Realidad de cada país


El temor de la población es generalizado y esto es notorio cuando las personas ya dan recomendaciones similares en momentos en que se conoce de alguien que va a transitar por una de las llamadas zonas calientes.

Recomendaciones como quítese todo lo que ande de oro, todo el efectivo manténgalo en las bolsas delanteras, siempre mire hacia atrás por si lo siguen y evite lugares solos, forman parte de una larga lista que se debe cumplir puntualmente.

Y esta inseguridad ha hecho que los mismos centroamericanos se hayan acostumbrado a varias ilegalidades, según advierte Carmen Rosa de León Escribano, directora del Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible de Guatemala, quien estima que esas ilegalidades hasta gozan del aprecio de los habitantes.

Indica como ejemplos que se han vuelto comunes los retenes para parar vehículos sin que hayan cometido una falta y en las entradas a las colonias ya es normal ver guardias de seguridad que deciden quién entra y quién no. La gente ya se acostumbró a registros al entrar a tiendas y bancos, lo ve normal estar en un sitio divirtiéndose y que llegue la autoridad y los arrime a la pared para hacer un registro.

Ella guarda un estudio que revela que lo que la empresa privada gasta a nivel nacional en seguridad duplica el presupuesto de las policías nacionales de cada país. Por ello estima que si se contara con esos recursos, con seguridad, no habría necesidad de tanta seguridad privada, que en este momento no tiene control estatal.

Y es que en Guatemala las zonas uno, seis y ocho parecen vedadas para los peatones, pese a la presencia policial. Esto debido a que por la masiva presencia de personas y el tránsito apretado los asaltos se dan y la escapatoria siempre resulta fácil por la misma confusión.

Para el cierre del año 2000 Guatemala mostraba uno de los índices más altos de violencia con una tasa de 49 homicidios por cada cien mil habitantes, una cifra que en América Latina sólo es superada por Colombia. En este momento Honduras está arriba en cuanto a la suma de homicidios y asesinatos al cierre del 2001.

El problema es similar en El Salvador, donde la misma policía declara zonas de mucho riesgo y le pide a la población cuidarse en las mismas. José Santos Pérez es un vendedor ambulante que en reiteradas ocasiones la misma policía le exige que no se mantenga parado en un mismo sitio, así que le piden que se mueva para evitar ser blanco de un robo o asalto.

Guadalupe Hernández es una joven universitaria a quien en dos ocasiones delincuentes se le han subido al carro para despojarla hasta de sus libros y por ello estima que esa capital cuscatleca no ofrece seguridad en ninguna de las zonas.

Las cifras actuales dan la razón a esta joven porque el registro indica que del cien por ciento de los homicidios cometidos, el 51 por ciento fueron en el área rural y el 49 por ciento en el área urbana, es decir, hay una violencia pareja en todo el país, con una tasa de 39 muertos por cada cien mil habitantes.

En el caso de Nicaragua es notorio que los mayores delitos se cometen en las casas de habitación por encima incluso de los que ocurren en las calles y curiosamente los sitios más seguros son las cantinas. Al igual que en toda Centroamérica, en Nicaragua los días sábado y domingo tienen la mayor incidencia delictiva.

Managua, la capital, es el lugar con mayor índice delictivo, pues del total del país ahí se cometen el cuarenta por ciento de los delitos. La capital en este momento alberga la cuarta parte de la población a nivel nacional.

En Costa Rica la situación es similar, con zonas que se consideran de alto riesgo, sobre todo por concentración de comercio, donde la delincuencia prefiere operar tanto, especialmente en horas del día. La violencia intrafamiliar es un problema agudo, pues sólo en el 2000 más de cuarenta mujeres fueron victimadas por sus compañeros de hogar, cifra que bajó a diez al cierre del 2001.

El robo con violencia es uno de los principales problemas, lo mismo que el hurto, delitos que van en crecimiento, según reflejan los registros de la Fuerza Pública, que cada vez recibe mayores denuncias en este sentido.

Si se revisa el caso Honduras se observa que el grueso de los crímenes no es del crimen organizado sino de violencia doméstica o de pleitos agravados por el alcohol. En este momento hay 44 muertos por cada cien mil habitantes.

Las calles de San Pedro Sula y Tegucigalpa, especialmente las que rodean sus parques y áreas de comercio, son los puntos preferidos por los delincuentes y los buses han tomado fuerza como centro de operaciones de los ladrones. Cada vez crece el número de homicidios en robos y asaltos.

La inseguridad y la preocupación de la población es generalizado y el tránsito de personas por algunas zonas resulta inapropiado, de acuerdo a las mismas recomendaciones policiales, cuerpos que siguen sin poder sacar ventaja frente a los criminales.


Arriba