Los niveles de criminalidad en cualquier país están determinados por
factores sociológicos y por la capacidad de respuesta de las policías. Esa
capacidad de respuesta está supeditada a la cantidad y calidad de recursos
logísticos y a la cantidad y calidad de recursos humanos.
Estudios universales estiman que para que se pueda desarrollar un buen
trabajo de prevención y represión del crimen, las ciudades y los países
deben tener al menos 3,5 policías por cada mil habitantes. En términos
sencillos una ciudad o país con un millón de habitantes debe tener tres
mil quinientos policías.
Pero en realidad la cifra de 3,5 policías por cada mil habitantes es
sólo la cifra mínima porque en países desarrollados o de alto nivel
delictivo esa proporción sube. En países europeos la relación
policía-ciudadanos es mayor, por ejemplo, en Italia, el porcentaje es de
5,3 policías por mil personas, en España es de 4,7 por mil, en Alemania es
de 4,4.
Colombia es considerado uno de los países más violentos en América
Latina; allí, la relación de policías respecto a ciudadanos es de 4,5 por
mil personas, y en Chile es de 3,6, por citar algunos países.
En este momento ningún país centroamericano cuenta con esa proporción,
pero sí es destacable que frente al problema de la violencia cada vez hay
más conciencia para agrandar las fuerzas policiales.
El país con mayor número de habitantes en Centroamérica es Guatemala,
con once millones de habitantes. Ellos tienen el mayor número de agentes
policiales, diecinueve mil quinientos. Debido a la gran proporción de
habitantes Guatemala apenas tiene 1,7 policías por cada mil habitantes, o
sea, tiene mil 700 policías por cada millón de personas.
Guatemala tiene en la ciudad capital un promedio mayor de policías por
habitantes, mientras en las zonas más alejadas y pobres la proporción
baja, lo que contribuye a que en zonas como el occidente los linchamientos
no se puedan controlar.
El Salvador, donde la violencia y el crimen organizado son una amenaza
superior, existe la mayor proporción de policías por habitantes. El
Salvador tiene seis millones de habitantes y la seguridad de ellos
descansa en dieciséis mil policías.
Esa cifra pone a El Salvador con una proporción de 2,6 policías por
cada mil habitantes o dos mil seiscientos policías por cada millón de
personas. Este incremento en el número de policías ha dado sus resultados
porque delitos como el secuestro lo han bajado en casi un cincuenta por
ciento, aunque siguen teniendo problemas con los delitos contra la
propiedad y las personas, especialmente robos y asaltos.
La cantidad de policías se dificulta en ciudades como la capital San
Salvador donde están registrados 525 mil habitantes, pero sin tomar en
cuenta a las personas que trabajan en la ciudad, pero que residen en otros
municipios periféricos.
En este momento a nivel nacional hay dieciséis mil policías, entre
oficiales, administrativos y agentes, pero, en términos reales, trabajan
unos once mil, por situación de permisos, descansos, incapacidad por
estado de salud, vacaciones, entre otras bajas.
La plantilla de personal, que por ley le corresponde a la Policía
Nacional, es de dieciocho mil policías, y la idea es llegar a ese techo a
finales de este año.
Honduras es junto a Nicaragua los países donde la proporción de
policías por habitantes es de las más bajas del mundo. Honduras tiene seis
millones de habitantes, la misma cantidad que El Salvador, pero mientras
los salvadoreños tienen dieciséis mil policías, los hondureños apenas
siete mil doscientos, es decir, menos de la mitad.
Basándose en esta cifra Honduras apenas tiene 1,2 policías por cada mil
habitantes. Hay que aclarar que Honduras llegó a tener nueve mil policías,
pero con la depuración se fueron más de dos mil quinientos y las nuevas
contrataciones no han sido las suficientes para llenar las vacantes.
Con la depuración, el cuerpo de seguridad redujo su personal a siete
mil doscientos elementos distribuidos en dieciocho jefaturas
departamentales, dos metropolitanas, los “cobras” y la policía femenina.
También hay tres direcciones que tienen más mil policías. El comisario
Leopoldo Flores Milla, portavoz policial, indicó que el año pasado
murieron 87 policías cumpliendo el deber, lo que disminuyó también esa
fuerza.
Para reforzar la lucha contra la delincuencia, la policía pretende en
este año alistar al menos dos mil policías. Los aspirantes tienen que ser
mayores de 18 años, con educación primaria como mínimo y no tener
antecedentes penales.
A los policías les aumentan cien lempiras por rango alcanzado cada
cinco años, lo que no permite que la antigüedad sea factor de aumento
sustancioso.
Honduras, al igual que Nicaragua, Guatemala y El Salvador, en ocasiones
respaldan su trabajo con el apoyo de la Fuerza Ejército, algo que no tiene
Costa Rica.
Nicaragua que tiene cinco millones de habitantes, a los cuales les
brinda seguridad seis mil trescientos policías, un promedio igual al de
Honduras, 1,2 policías por cada mil habitantes. Costa Rica está casi al
nivel de El Salvador, pues sus cuatro millones de habitantes son
protegidos por diez mil policías, un promedio de 2,5 policías por cada mil
habitantes. La diferencia es que una considerable parte de los policías de
Costa Rica están realizando labores que en otros países son potestad de
los ejércitos como la protección de las fronteras marítimas y terrestres.
Por ello se ha vuelto una petición constante no tanto la eliminación de
los ejércitos sino su reducción para que esos fondos se puedan usar en la
seguridad pública, pues poco a poco se ha reducido el trabajo de los
militares.
En términos meramente económicos, no es racional que una sociedad pague
por un servicio que no está recibiendo. Los recursos económicos y humanos
que la sociedad está invirtiendo en mantener una institución armada para
que brinde un servicio -cual es la protección del país frente a amenazas
militares- no se le están retribuyendo, con la agravante de que a la vez
se están reduciendo los recursos disponibles para otras necesidades
sociales urgentes, como la educación y la salud.
Aún buscarle otras ocupaciones a los ejércitos no es la mejor
utilización de los recursos, pues siempre es más barato y eficiente
emplear especialistas en la materia. La multiplicidad de funciones que
ahora los ejércitos centroamericanos están asumiendo dificulta su
especialización en determinadas áreas y, por lo tanto, su efectividad.
Incluso, posiblemente cada vez estarán menos preparados para llevar a cabo
su misión original, cual es la defensa armada, máxime si se toma en cuenta
la sensible reducción de presupuestos, personal y equipo que han sufrido
en los últimos años.
Salarios y nivel educativo Una de las luchas que se han librado en
Centroamérica es la búsqueda de personas idóneas para poder integrarse al
cuerpo policial, tomando en cuenta los reiterados escándalos de corrupción
y errores de procedimiento por parte del personal.
Pero aunque la lucha se ha librado en los cinco países, lo cierto es
que los resultados no son similares, como debiera esperarse. Hay
diferencias tanto en el nivel educativo de los agentes como en el salario
que devengan por su trabajo.
Guatemala en este momento es el país donde se le paga mejor a los
policías, con un salario de tres mil doscientos quetzales, equivalentes a
407 dólares, una suma que, incluso, está por encima de salarios como el de
los maestros.
A nivel educativo, en Guatemala se le exige al policía que tenga como
mínimo el tercer año de secundaria y desde el cuerpo policial se le
promueve para que complete su secundaria y se inscriba en la universidad.
En El salvador los policías también consideran atractivo el salario con
tres mil 180 colones, equivalente a 363 dólares. Agentes de policía
dijeron que el salario no es malo, pero les hacen muchas deducciones.
Este país tiene el requisito educativo más alto para ingresar a la
academia de policía. Quien aspire ingresar a la policía debe tener
terminado el bachillerato. La visión de los altos mandos es que una
persona con mayor educación tiene más capacidad para desarrollar su
trabajo y comete menos errores.
En Honduras hasta hace muy poco los salarios de los policías se
consideraban de hambre y las cosas han cambiado aunque no lo suficiente.
En este momento una persona que ingrese al Centro de Instrucción Policial
y se gradúe pasa a ganar tres mil lempiras, unos 187 dólares.
Esta cifra está por encima del salario mínimo pero por los índices de
inflación no se vuelve un salario atractivo. De hecho en búsqueda de
entrar a la policía sólo van personas con limitaciones económicas, igual
que en Nicaragua.
En cuanto al nivel educativo, en Honduras la persona que quiera entrar
a la policía sólo debe haber cursado la educación primaria, lo que deja al
país con uno de los cuerpos policiales con más bajo perfil educativo. Las
mismas limitaciones de ofertas en salarios hacen que no aparezcan
interesadas personas con un alto nivel educativo.
Lo de Nicaragua es lo extremo desde los salarios hasta el nivel
educativo. En Nicaragua una persona que ingresa al sistema policial tiene
un salario de mil trescientos córdobas, el equivalente a 92 dólares.
En realidad los salarios a nivel general en Nicaragua son bajos porque
mil quinientos córdobas también es el salario de un maestro, pero con esa
cifra se torna difícil lograr atraer a personas con un buen nivel
educativo.
De hecho en Nicaragua se les pide al igual que en Honduras sólo el
sexto grado como requisito y si el aspirante sólo tiene quinto grado le
permiten que dentro del mismo cuerpo policial concluya su educación
primaria.
En Costa Rica las cosas son diferentes a Nicaragua y Honduras y
parecidas a El Salvador y Guatemala. Los policías tiene un salario de 120
mil colones, unos 347 dólares, una cantidad que se considera competitiva
para atraer aspirantes.
De hecho, siempre es mayor la oferta de aspirantes que la cantidad de
plazas disponibles.
El nivel educativo requerido es noveno grado, que es lo mismo que
tercero de secundaria. Estos datos muestran las marcadas diferencias que
hay tanto en los niveles educativos como en los salarios de los policías,
quienes son siempre los blancos de las críticas, sin que la misma sociedad
se detenga a reflexionar en las condiciones en que estas personas realizan
su trabajo.